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Enfermedad pélvica inflamatoria

La enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) (también conocida comúnmente como enfermedad pélvica inflamatoria, de ahí el título de este contenido) se define como la inflamación del tracto genital superior, incluyendo el endometrio, las trompas de Falopio y/o estructuras contiguas que resultan de la infección con microorganismos que ascienden del cérvix y/o vagina. Aunque existen formas clínicas menos habituales como son la afectación de los genitales internos por contigüidad a partir de procesos inflamatorios originados en el intestino o bien por colonización bacteriana a partir de cuadros de infección sistémica en la mayoría de ocasiones se le puede considerar como una Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS).

PATOGENIA Y MICROBIOLOGÍA

La gran mayoría de casos de EIP(>90%) son causados por los mismos organismos responsables de las enfermedades bacterianas de transmisión sexual (como la clamidia, gonorrea, y micoplasma).

La transmisión sexual es la causa más común de esta enfermedad pero las bacterias pueden penetrar en el organismo también después de una intervención o procedimiento ginecológico, como la colocación de un dispositivo intrauterino, después de un parto, de un aborto espontáneo o inducido o de una biopsia del endometrio.

Se calcula que en los Estados Unidos, casi 1 millón de mujeres presentan cada año una EIP y se estima también que 1 de cada 8 adolescentes sexualmente activas desarrollarán esta enfermedad antes de los 20 años, aunque si se tiene en cuenta que que la enfermedad puede cursar de forma poco sintomática (se calcula que en el 60% de casos es así), la incidencia real es, probablemente, más alta de lo estimado.

Los factores de riesgo para el desarrollo de la enfermedad están relacionados básicamente con la actividad sexual como son el número de compañeros sexuales, los antecedentes de EIP, de cualquier enfermedad de transmisión sexual (ETS) o el inicio precoz de las relaciones sexuales pero también otros como el nivel socioeconómico.

El uso de anticonceptivos de barrera reduce claramente la incidencia de la EIP y se sabe que los anticonceptivos orales pueden jugar un papel importante como protección contra la EIP, ya que estimulan en el organismo la producción de un moco cervical más espeso que dificulta la transmisión de bacterias al útero. El uso del DIU es un factor de confusión ya que aunque puede aumentar el riesgo de desarrollo de esta enfermedad en el momento de la inserción o actuar como favorecedor de la misma en el caso de promiscuidad sexual, su uso, por si mismo, no incrementa el riesgo de EIP.

SÍNTOMAS DE LA ENFERMEDAD INFLAMATORIA PÉLVICA

Entre los síntomas más frecuentes de la Enfermedad inflamatoria pélvica se cuentan la secreción vaginal aumentada con color, consistencia u olor anormales, el dolor abdominal localizado en la pelvis o generalizado en estadios avanzados a veces acompañado de pelviperitonitis o de peritonitis franca en casos graves. Puede haber febrícula o incluso fiebre franca (aunque no siempre se presenta).

Otros síntomas que pueden aparecer son escalofríos, sangrado anormal, dispareunia, síntomas urinarios, náuseas y otras alteraciones inespecíficas.

DIAGNÓSTICO DE LA EIP

El diagnóstico se realiza basándose en la exploración clínica y en las pruebas complementarias como el análisis de sangre o la ecografía.

La práctica de otras exploraciones puede ser útil para descartar otros procesos. Se recomienda la laparoscopia en todos los casos de duda diagnóstica y siempre que la gravedad o magnitud del cuadro haga necesaria la instauración de una terapéutica inmediata.

TRATAMIENTO DE LA EIP

Cuando el diagnóstico de Enfermedad inflamatoria pélvica se realiza de manera temprana, el tratamiento se puede realizar en forma ambulatoria con antibioterapia oral y/o intramuscular y con un seguimiento continuado, mientras que los casos más complicados o aquellos que involucran infecciones diseminadas o bien establecidas requieren hospitalización de la paciente y tratamiento endovenoso.

Los antibióticos utilizados han de ser eficaces contra los gérmenes más frecuentemente implicados (clamidia, gonococo). Entre los antibióticos más frecuentemente utilizados se cuentan las cefalosporinas de 2ª y 3ª generación, los aminoglicósidos, los anaerobicidas (clindamicina, mentronidazol) y los activos frente a clamidias y micoplasmas (doxciclina, azitromicina).

La respuesta al tratamiento médico conservador se realizará en un intervalo no inferior a las 72 horas debiéndose valorar entonces su continuación y la vía de administración. La cirugía se indica sólo en casos persistentes que no responden a un tratamiento adecuado con antibióticos o cuando existen masas anexiales de diámetro grande (>10 cm). Casi siempre se puede realizar por vía laparoscópica y consisten en el desbridamiento de los abscesos existentes siendo necesario en muchas ocasiones la práctica de salpinguectomía y/o ovariectomia uni o bilateral. Siempre se ha de intentar ser radical con la enfermedad pero conservador con la función. El tratamiento concurrente de las parejas sexuales es obligado.

La monitorización de los marcadores inflamatorios de fase aguda (VSG, PCR) es útil para seguir la evolución del proceso

SECUELAS DE LA ENFERMEDAD INFLAMATORIA PÉLVICA

Las principales secuelas de la Enfermedad inflamatoria pélvica son las algias pélvicas crónicas, la esterilidad y el embarazo ectópico. Así, se calcula que casi el 20% de casos se siguen de algias pélvicas crónicas, y que casi la incidencia de esterilidad es del 15% después del primer episodio de EIP, del 30% después del 2º episodio de EIP y hasta del 50% después del tercer episodio. Finalmente, la incidencia de embarazo ectópico aumenta 10 veces, siendo el 50% de las gestaciones ectópicas secundarias a EIP.

PREVENCIÓN

Entre las medidas preventivas se pueden mencionar las prácticas de sexo seguro, el seguimiento de las recomendaciones dadas por el médico después de procedimientos ginecológicos, la realización un tratamiento adecuado y oportuno cuando se presenten enfermedades de transmisión sexual y el tratamiento de las parejas sexuales así como la práctica regular de exámenes ginecológicos para descartar la presencia de otras enfermedades de transmisión sexual.

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